sábado, 9 de julio de 2011


La dieta basada en alimentos procesados podría reducir el coeficiente intelectual

Según una investigación publicada en la versión on-line de Journal of Epidemiology and Community Health, una dieta alta en grasas, azúcares y alimentos procesados durante la primera infancia puede reducir el coeficiente intelectual, mientras que una dieta rica en vitaminas y nutrientes puede hacer lo contrario.
Los autores basan sus conclusiones en los resultados del Estudio Longitudinal Avon de Padres e Hijos (ALSPAC, por sus siglas en inglés), en el que se hace un seguimiento de la salud y el bienestar a largo plazo de unos 14.000 niños nacidos en 1991 y 1992.
Los padres completaron cuestionarios, detallando los tipos y la frecuencia de las comidas y bebidas que sus hijos consumieron cuando tenían 3, 4, 7 y 8 años y medio de edad.

Se identificaron tres patrones dietéticos: el “procesado”, con alto contenido de grasas y azúcar, el “tradicional”, rico en carnes y verduras, y el “concienciado con la salud”, rico en ensaladas, frutas y verduras, arroz y pasta. Para cada modelo y cada niño se obtuvo una puntuación.
El coeficiente intelectual fue medido mediante una prueba de validación (la Escala de Inteligencia de Wechsler para niños) cuando tenían 8 años y medio. En total, se obtuvieron datos de alrededor de 4.000 niños.
Los resultados mostraron que, y teniendo en cuenta todos los factores potencialmente influyentes, el llevar una dieta rica en alimentos procesados a los 3 años coincidía con un menor coeficiente intelectual a la edad de 8 años y medio, con independencia de que la dieta mejore después de esa edad. Cada aumento de 1 punto en la puntuación de los hábitos alimenticios se asoció con una caída 1,67 puntos en el coeficiente intelectual.
Por otra parte, una dieta saludable se asoció con un mayor índice de inteligencia a los ocho años y medio, con cada aumento de 1 punto en los hábitos alimentarios vinculados con un aumento del 1,2 en el coeficiente intelectual. Los patrones dietéticos entre las edades de 4 y 7 no tuvo ningún impacto en el CI.
Según los autores, estos resultados, aunque modestos, están en línea con investigaciones previas de la ALSPAC, en las se que muestran una asociación entre la dieta de la primera infancia y el comportamiento y el rendimiento escolar posterior.
“Esto sugiere que cualquier hábito cognitivo o conductual relacinado con la alimentación durante los primeros años de vida y puede persistir en la infancia tardía, a pesar de los cambios ocurridos posteriormente (incluidas las mejoras) en la ingesta de la dieta”, comentan los autores.
Durante los tres primeros años de vida, el cerebro crece más rápido que nunca, cuentan los autores, tratando de encontrar una explicación de los resultados, y añaden que según otras investigaciones el crecimiento de la cabeza en este momento está vinculada a la capacidad intelectual.
“Es posible que una buena nutrición durante este período pueda fomentar el crecimiento óptimo del cerebro”, sugieren los autores del estudio, abogando por nuevas investigaciones para determinar el alcance de la dieta en los primeros años de vida y sus efectos sobre la inteligencia.

Referencias:
  • http://neuroblog.brain-dynamics.es
  • Are dietary patterns in childhood associated with IQ at 8 years of age? A population-based cohort study. J Epidemiol Community Health doi:10.1136/jech.2010.111955
  • http://edukame.com/

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